Momentos que son invadidos por una cotidianidad constante y poco mesurada, maquillada con violencia, agraviante, desconcertante e incierta como la crisis social, económica, ecológica, espiritual, existencial y cuantas divisiones desee elaborar, nos ha llevado a tratar de establecer ideales mediante sofisticadas escisiones, como si en lo individual fueran pequeños brotes psicóticos. Evasivos de una realidad, quien a su vez tortura cada uno de los enlaces cerebrales cuya aparente función fuera la de aproximarnos a ella.
Los términos propios del neopsicoanálisis indican que lo más común es la represión de impulsos debido a la moralidad, lo cual constituye sustancialmente neurosis, pues las normas elaboradas para garantizar la organización y la supervivencia generan un sinfín de conflictos con aquellos impulsos libidinales e instintivos bajo los cuales simplemente los esquemas ideales no encajan, por irrealizables, fuente del origen histérico (deseo irrealizable) y fuente del origen neurótico (deseo frustrado).
La libre realización de los impulsos instintivos y libidinales, la aparición de la inmoralidad, el libre tránsito por las avenidas del tabú, son evidencias de lo que Jung llamaría “represión de la decencia”, del sentido de la autoridad, la negación de las figuras paternales, elementos impulsados por la propia neurosis.
La neurosis que impedida por el propio sentido de la moralidad tiene que distorsionar la realidad para que la vida sea mejor, aún en apariencia.
Es más fácil distorsionar la realidad que adaptarnos a ella. La adaptación implica afrontamiento y transformación trascendental (Aquella que va más allá de si mismo) real de la vida que vivimos, es decir, implica capacidad.
El eros como proceso mental, tema entendido como innato, predestinado y concluido, recorre los extremos de la neurosis: el deseo irrealizable y el deseo frustrado.
Es más fácil vivir las cosas distorsionadas (tarea cotidiana) que adaptarnos a ellas, trastornar que transformar, permanecer que trascender.
¿Cómo trascender una práctica afectiva cuando la enseñanza más significativa y recurrente es la in-capacidad?
-Los niños a jugar y las niñas a chismear-, vociferaba un niño.
Mientras el imaginario colectivo siga articulando la escisión como práctica común, el varón seguirá denominando “Amor” a la dominación, mientras que la mujer llamará “Amor” a la amabilidad intermitente.
El amor es un evento especial, una tradición afectiva, un festival erótico que pasea de vez en cuando por nuestra vida, a veces días, de momento horas, a veces perseguimos su rastro, imploramos su regreso y su eterna estadía.
Tal vez perdería su magia si lo hiciéramos común, cotidiano, la rutina que todos los días nos sumerge en un aburrimiento existencial, si fuera así, lo sorprendente sería la muerte, la corrupción y la injusticia.
La alta cifra de disfuncionalidad en las relaciones humanas indicaría que no estamos habituados al amor, lo deseamos y no lo logramos, habituación a lo no vivo, a lo que deseando no se vive.
Sin embargo, la apatía, la indiferencia y la enajenación ante las cifras de homicidios en México indicaría habituación a lo no vivo, es decir, necrofilia, termino propuesto por Fromm.
EXTRA
Al pensar en la niñez, en las mujeres, en la pobreza, en el planeta, me arde la cara de vergüenza, razón por la cual prefiero abstenerme de decir “FELIZ DÍA DEL AMOR”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario